Por qué estoy demandando al ex presidente de China

23-01-2016 Demandas
Huang Kui sostiene una copia de la denuncia legal que presentó ante los tribunales chinos junto con otras 34 personas afiliadas a la prestigiosa Universidad Tsinghua que, como él, han sufrido persecución por practicar Falun Gong.

Esta semana, el presidente chino y a su vez jefe del Partido Comunista Chino, Xi Jinping, visitará los Estados Unidos. Mucha atención se centrará en el pobre historial de China en materia de derechos humanos bajo su liderazgo. Pero otra tendencia en China merece atención: un creciente esfuerzo de base para hacer responsable al ex líder Jiang Zemin de graves crímenes.

Huang:

En el último año, más de 170.000 personas han presentado denuncias legales acusando a Jiang de encarcelamiento ilegal, tortura y una docena de otros delitos. Curiosamente, el Tribunal Supremo Popular ha aceptado las presentaciones y los demandantes han hecho circular por internet las firmas verificando la entrega. A principios de este verano, me uní a esta corriente.

Presenté formalmente una demanda contra Jiang por la tortura, las palizas y la privación de mis derechos como ciudadano chino que sufrí bajo sus órdenes. La mía fue parte de una denuncia mayor que incluía a 35 ex-profesores y estudiantes de la Universidad Tsinghua de Beijing, una escuela superior a menudo llamada el "MIT de China".

Decidimos demandar a Jiang porque él personalmente ordenó la persecución de Falun Gong en el verano de 1999, lanzando lo que hasta ahora ha sido una campaña de terror de 16 años para innumerables ciudadanos chinos que abrazaron la práctica popular, pacífica y espiritual.

Comencé a practicar Falun Gong en la Universidad Tsinghua en 1998. Al igual que otros, me atrajeron sus principios rectores de verdad, benevolencia y tolerancia, y sus ejercicios que promueven la salud, al estilo del tai-chi. Falun Gong se hizo inmensamente popular en el campus y para 1999, varios cientos de estudiantes, profesores y personal habían adoptado la práctica. La Universidad Tsinghua era un microcosmos de la difusión de Falun Gong en toda China, donde se estimaba que para entonces había unos 100 millones de personas practicando.

Esta popularidad era un fenómeno de base y pronto generó resentimiento (y miedo) en Jiang, que sentía que no podía controlarlo o aun mas, que no podía competir por la confianza de la gente, , como líder no elegido e impopular.

Cuando Jiang y el régimen prohibieron Falun Gong en 1999, fui arrestado ilegalmente, justo cuando había comenzado mis estudios de doctorado. Era el tipo de joven científico que nuestra nación estaba tratando de cultivar, y sin embargo aquí estaba siendo encarcelado por mis creencias.

Pronto descubrí lo infernal que podían ser las prisiones y centros de detención de China. Me metieron con 20 prisioneros en una celda de 45 metros cuadrados. Allí, llevamos a cabo nuestra existencia, desde comer y dormir hasta usar el baño y realizar trabajos de esclavos. No había ni una pizca de luz solar o aire fresco.

En nuestra celda, aprendí por primera vez sobre las costumbres y gustos americanos. Me vi obligado a ensamblar luces de árbol de Navidad, juguetes de Spiderman, suéteres y otros bienes que los consumidores de aquí reconocerían.

Tambien, en otros momentos,  a pesar de nuestras condiciones antihigiénicas, nos asignaban la tarea de descascarillar frutos secos, como los pistachos. Nuestro sudor, sangre, lágrimas, y a veces orina, se mezclaban con los frutos pelados. Después de escapar de China, vi algunos de estos productos en tiendas americanas, simplemente etiquetados "Hecho en China".

Nuestro trabajo duraba 18 horas al día, siete días a la semana. Rondas constantes de interrogatorios, amenazas y palizas físicas acompañaban al trabajo. El objetivo de los guardias era quebrantar nuestra voluntad, o fe, mientras nos exprimían para -sin llegar a matarnos- obtener de nosotros toda la productividad posible.

Los intentos de resistencia fueron recibidos con respuestas brutales. Intenté dos veces una huelga de hambre sólo para ser inmovilizado y que me abrieran la boca con unos alicates metálicos. Un extraño líquido fue introducido a la fuerza en mi estómago.

Después de mi segunda huelga de hambre, me hicieron desfilar frente a cientos de prisioneros, me esposaron y me obligaron a arrodillarme ante ellos. Una docena de oficiales me electrocutaron con bastones eléctricos de alto voltaje. La corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, causando violentas convulsiones.

Mi calvario en la prisión duró cinco años, incluyendo un año de confinamiento solitario. En un momento dado me privaron de sueño durante un mes entero. En muchos momentos pensé que moriría.

Pero sobreviví. Aunque me rompieron el cuerpo, mi espíritu aguantó. También Falun Gong lo ha hecho, ha aguantado, y también lo hará la gente buena de China.

Debe haber un cambio, paara que China se convierta en una nación moderna y confiable. Sus líderes deben terminar con las prácticas draconianas como la persecución de Falun Gong.

Cuando el actual presidente de China, Xi Jinping, visite este mes, necesita escuchar este mensaje.

Xi tiene más poder que nadie en China para cambiar la trayectoria del país y hacer que gente como Jiang rinda cuentas. Animémosle a hacerlo. Que mi demanda y las miles más como la nuestra ayuden a cambiar la historia.

Huang era candidato al doctorado en la prestigiosa Universidad Tsinghua de China cuando sus estudios se vieron interrumpidos por la persecución de Falun Gong, y ahora trabaja como ingeniero eléctrico en Peoria, Illinois, EE.UU.

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